martes, 21 de febrero de 2017

Hablar por hablar




Buenos días,





Si hay algo que detesto es el hablar por hablar y la falta de palabra, ¡Dios mío no me acostumbro! porque creo en el ser humano y ...caigo incrédula una y otra vez, ...nada, que no escarmiento.


El valor de la palabra dada era, para mí siempre lo será, algo sagrado. Mi padre siempre solía calificar de gentuza a quienes no lo consideraban así sin ningún miramiento. Cuantas veces le he tachado de inflexible por ello..., ¿y saben qué?, ahora yo también estoy en ese bando. ¡Bravo por él y por todas esas personas de palabra, bravo!


Ahora todo ha de hacerse por escrito, y conste que soy defensora de este vicio por la cuenta que nos tiene a todos visto lo visto, pero echo de menos ese gesto de darse un apretón de manos, era tan hermoso y encerraba tantos valores que se han ido perdiendo desembocando en el todo vale.


Pero no, no todo vale, y creo que lo reconozcamos o no en nuestro interior lo sabemos, y la verdad... pobre del que no lo sienta así.


¿Qué es un mundo sin honor?, ¿a dónde vamos sin respeto?, ¿cómo orientarse sin convicciones? Vuelvo a recurrir a él porque no puedo estar más de acuerdo, un mundo así, como bien decía también, es un mundo de bestias, no es humano.


Retomando lo del hablar por hablar..., alucino con la facilidad que se juzgan unas personas a otras, ¡plaffff!, sueltan cualquier barbaridad como por deporte, sin pararse a pensar el perjuicio que puedan ocasionar, e incluso suponiendo que fuese cierto lo que dicen, no le encuentro el atractivo por ninguna parte al hurgar constantemente en la vida de los demás, ¿es que ellos no tienen vida...?, qué patético ¿no?, poooobres.


Hablar por hablar... Lo importante no es lo que se dice, sino lo que no es necesario decir. El silencio no es conformidad, ni rendición, ni tristeza, ni tan siquiera tiene por qué implicar sabiduría, a veces es simplemente... paz.


Si lo que vas a decir no es cierto ni más bello que el silencio... calla.             ; )




6 comentarios:

  1. ¡Uf! Excelente tema Ana, habrá que hacerlo extensivo a todo mundo.

    Primero he de decir que palabras y conceptos como el honor, la dignidad y el respeto están devaluadas en la sociedad actual, como bien dices, otrora un apretón de manos significaba más que un aspaviento de falsa amistad.

    Recuerdo cuando tratos comerciales millonarios se sellaban con estrechar la mano y tenían más valor que un contrato escrito ante notario y registrado. Si bien no debo ser tan malagradecido pues los abogados comemos gracias a esa carencia de valores, también debo decir que si no existiera la necesidad me podría dedicar a otra cosa.

    Ahora resulta que el dinero vale más que muchas otras cosas que antes se les daba más valía, tales como dije que era el honor, la dignidad o el respeto. ¿En qué momento se entendió más valioso lo pecuniario que lo humano? ¿Qué hacemos para que nuestros hijos honren esas palabras y no sean víctimas de quienes las ignoran?

    Ahí dejo el cuestionamiento en el aire cuando como padres somos permisivos ante las faltas de nuestros hijos. Cuando tenía 7 años se me ocurrió robar; fui con mi madre y le pedí dinero para comprar dulces y ella me lo negó. Se me hizo fácil ir a su bolso y sacar cinco pesos (recuerdo perfectamente la moneda) y me fui a la tienda por golosinas, pues resulta que se dio cuenta mi madre y tomó un cinto y me sangró las nalgas de tanto cintarazo y me dijo: “Yo te enseñé a respetar lo ajeno y el hijo de una Juez no puede ser un ladrón”, no pude ir a clases al día siguiente pues no me podía sentar por los verdugones y hasta fiebre me dio. En ese momento pensé que era demasiado y que yo no merecía tal castigo, acusé de cruel a mi madre y me sentí ofendido en lugar de culpable. Ahora, pasados 40 años la entiendo y no guardo reproche alguno y me pregunto si no soy laxo con mis hijos.

    En segundo lugar he de decir que el ego y la soberbia nos hace insensibles. Esa insensibilidad hace que nos entendamos superiores a otros y nos permitimos la liviandad de expresar malos sentimientos e insultos y desprecios a quienes son iguales a nosotros y no inferiores.

    Recuerdo de mi infancia las palabras de mi madre:

    -Mamá: ¿Recuerdas la película de Bambi?

    - Yo: No (hasta la fecha no lo recuerdo, quizá nunca hice mío ese fragmento de la película por la película en sí).

    -Mamá: Pues deberías recordar lo que la mamá de Tambor le dijo a su conejito: “Si no tienes nada bueno que decir, mejor no digas nada”

    La crítica y la ofensa verbal nos es permitida socialmente y en ocasiones llega a grados criminales sin caer en cuenta que es la primera expresión de la discriminación.

    Me quedo con tus líneas y las hago mías, no sin antes agradecer tu tiempo y tus valores.

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    1. Gracias a tí Alberto.

      Pienso que si los padres, ambos, educan en los valores a sus hijos, ya hay mucho ganado. Lo demencial es que no es así, muchos anteponen lo pecuniario a lo humano y los niños crecen haciendo lo que ven. Si a esto añadimos la "fiebre" por aparentar, el cocktail es explosivo y siempre absurdo. Es penoso.

      Pero no generalicemos, vamos a ser optimistas. Todo lo malo no es únicamente responsabilidad de los malos, también culpó a las buenas personas que miran para otro lado. Ahí hay otra lucha.

      Un abrazo

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  2. Hola Ana,
    Es cierto, en un mundo en que el mensaje y la palabra escrita o dada se hace omnipresente, éstos han terminado por perder su valor.

    Ahora la mentira ahoga a la verdad y la falsedad se adueña de todo. Es cualitativo, porque habita el alma humana desde el principio de los tiempos, y es cuantitativo, porque alli donde abunda la palabrería por fuerza el sentido quedará diluído.

    Por poner un punto optimista a todo esto, yo diría que no es tan nuevo. Ya ha pasado. Tendemos a ver el presente como el escenario de todos los horrores posibles, pero éstos, ya nos han visitado.

    El silencio y la meditación, en cambio, siempre han sido el oasis de paz de unos pocos. Solo hay que practicarlo.
    Un abrazo / Lolo

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    1. No sé yo si la palabrería puede diluir al sentido, quizá en la superficie sí, o eso quiero creer por nuestro bien, ojalá no perdamos el Norte.

      Valoro mucho el silencio, y es un buen reconstituyente, pero no prescindo de la palabra con sentido porque abre tanto la mente...

      Muchas gracias por tus palabras Lolo. Un abrazo

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