Buenos días,
¿No te maquillas?, ¿qué pasa, no te gusta?, a lo que siempre contesto, "sólo, en bodas, comuniones, bautizos y fiestas de rigor". Nooo, no voy a hablaros de maquillaje jajaja... como ya habréis adivinado no es lo mío.
En estas últimas semanas he asistido a dos funerales, uno por ley de vida, de un tío abuelo de mis hijos, y el segundo de una compañera de colegio de mi hija que sufrió un accidente de tráfico, una auténtica y desgarradora desgracia.
Del primero salí pensando que la iglesia como institución sigue estancada, parece que todo avance excepto ella, ¿cómo si no explicar el sentimiento de derrota que se transmitió a los familiares?, por más que busqué no pude encontrar entre esas palabras ni una sola de esperanza. Son muchos los sacerdotes que cumplen con su trabajo como un mero trámite, sin entusiasmo ni empatía alguna y sin ninguna oposición, ¿siguen siendo intocables, incuestionables?
Soy creyente, y sin ánimo de hacer culpables reconozco que dejé de ir a la iglesia porque me aburre soberanamente ese inmovilismo, del mismo modo que me sorprende el conformismo que lo acepta sin cuestionarlo.
Pero también hay otros muchos, e incluyo al Sacerdote que ofició el funeral de María, que saben encontrar luz, esperanza y fuerza dentro del enorme dolor que nos envuelve a todos ante una pérdida tan trágica e inesperada para afrontarlo, y esa ayuda es tan necesaria y tan de agradecer...
El Sacerdote que me preparó para recibir mi Primera Comunión era Don Conrado, una persona excepcional con gran vocación. Consiguió sin pedírnoslo directamente que todos los niños de su grupo nos centrásemos en lo único importante, recibir el Cuerpo de Cristo por primera vez. Y todos convencimos a nuestros padres para ir a la iglesia ese día con ropa modesta y celebrar el Sacramento después con la familia reunida en casa. Mi recuerdo es intenso y precioso... tenía siete años.
Con el Sacramento del Matrimonio lo intenté, intenté que esa experiencia se repitiese de forma parecida con todas mis fuerzas, pero fue imposible... Entonces, con veinticuatro añitos, aún no había aprendido a decir no.
Sin generalizar, siempre sin generalizar por favor, ya que hay una minoría digna de admiración en ambas partes; los unos luchando contra lo establecido impidiéndoles avanzar y los otros haciéndolo frente al esnobismo actual que codena, critica y se burla de cualquier práctica religiosa. Pero..., ¿por qué lo hacen?, ¿por qué bautizar a un niño, casarse por la iglesia o despedirse en un funeral si no eres creyente?, ¿por qué?
Esto de las "celebraciones católicas..." se me asemeja más a un circo social que a un encuentro íntimo con Dios y su amor. Siento tanta pena que algo tan especial y puro se haya convertido en una mera competición..., y lo peor, que nadie, casi nadie, esté por la labor de dejar de concursar.
¿Qué queda de la celebración del Sacramento del Matrimonio, del Bautismo, ...de cualquier Sacramento?, me temo que únicamente el maquillaje y la fiesta en la gran mayoría de los casos, una pantomima aceptada por ambas partes. Unos por no perder "fieles" y otros por tradición casi siempre. ¿Y estos son unos de los días más importantes de nuestra vida?, ¿sí...?
Sólo se vive una vez, pero si lo haces bien..., una vez es suficiente. ; )