martes, 1 de agosto de 2017

No hacer pie




Buenos días,





Recordad ese primer amor, el segundo..., vamos a situarnos en la franja de los catorce a los dieciocho por ejemplo.

¿Cómo lo describíais entonces?, "¡me ha miraaaaaado!, ...es tan guuaaaapo, ¡tan simpático! Me encanta su sonrisa, y esos ojos... aaaay", ¿os suena?

A lo que tus amigas preguntaban, ¿pero te gusta, mucho, quién es, cómo se llama, dónde le has visto, a qué colegio va, es de letras, rubio o moreno, te ha hablado...?, y así podríamos seguir durante horas, días y meses...

¡Qué bonito y sobre todo, salvo contadas excepciones, qué puro y desinteresado era ese amor!

Cuando como yo, entras en el mundo de los divorciados después de muchos, muchos años de eso y por fin te apetece ir entreabriendo la posibilidad de incorporar el enamoramiento y el amor a tu vida de nuevo, empiezas a ponerte al día, y entonces te das de bruces con algo totalmente diferente.

Las descripciones han cambiado, el modus operandi más, y lo que era realmente importante, ahora es cuanto menos poco práctico. Hay dos prioridades, la pasta y el puesto de trabajo, seguido de la educación y el nivel intelectual. Conste que considero imprescindibles las dos últimas pero no en ese orden.

En esta "otra fase" lo primero por lo que se interesan y me cuentan es el cargo que ocupan en determinada y por supuesto importantísima empresa, yo alucino... "¿A qué te dedicas?", suele ser la primera e inquisidora frase entre unos potenciales enamorados. Totalmente ideal...

Lo sé, ya no tenemos dieciocho años, tenemos los pies en el suelo, pero... el amor sigue siendo el amor, ¿o ya no?, estoy bastante perdida después de todo.

¿Qué hay de su mirada, su voz, la forma de ligarte, su manera de ser, el cómo te ve...?

Cuando te enamoras por cómo es, por lo que hace contigo, por su forma de hablar, de pensar, por su manera de mirarte, es tan profundo..., que ya no haces pie.         ; )